Relato de una infancia en las calles
Entre nueve y diez de la mañana llegan Carlos y Marcos al puente de la Máximo Gómez. Sentados en sus muros con pena y tristeza, así se perciben sus rostros marcados con legañas.
Son dos niños descalzos con la ropa y el cuerpo sucios, con el sol castigando sus caras y, a pesar de ello, desnuda su ingenuidad extrema. “Somos ocho hermanos. El más grande tiene 14 años de edad. Yo tengo 11 y Carlos 10”, dice Marcos. Los demás hermanos, comenta, tienen entre 7 y 8 años.
Mientras estos pequeños se dedican a pedir limosnas en el puente, su madre está en el semáforo de la Gómez haciendo lo mismo. El padre está en casa postrado por una hernia y, según sus chicos, “él no puede moverse para trabajar”.
Residen en un sector llamado “Castillo”, en el cual se retrata la miseria en su máxima potencia. LEER MÁS>>>
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