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Morderse las uñas, un hábito que se puede superar


Los episodios de ansiedad llevan a las  personas a mordisquearse las uñas.
Muchas personas se muerden las uñas habitualmente, un hecho que se entiende como normal y habitual, y al que no se le presta la debida importancia. Este hábito , que hace que las uñas luzcan poco estéticas, tiene detrás una serie de repercusiones para nuestra salud.De acuerdo con el sicólogo clínico Luis Bergés, del Centro de Investigación y Ciencia de la Familia de la Universidad Católica Madre y Maestra, la onicofagia, nombre científico que se le da a la costumbre de morderse las uñas, es una manía que muchas personas desarrollan en la infancia, y muchas de ellas lo siguen manteniendo con el paso del tiempo.

 La mayoría de los estudios realizados en torno al tema, aseguran que una de las principales causas por las que un niño o adulto tiende a morderse las uñas es por ansiedad, y definen la costumbre como  una vía de escape que termina convirtiéndose en algo habitual y común.

“Estos cuadros de ansiedad en la mayoría de los casos se deben a la presión que rodea al individuo a todos los niveles. Así, situaciones de estrés, nerviosismo, angustia, insatisfacción personal, etc, provocan en las personas que tienen esta costumbre que la misma se intensifique, generando así un círculo vicioso difícil de romper”, comenta  Bergés.

Los expertos explican que quienes se muerden las uñas lo ven como algo placentero, que reducirá su carga ansiosa. Así, desvían su intranquilidad hacia esta práctica, que por momentos se convierte en relajante, en una distracción fácil. Sin embargo, sus consecuencias pueden resultar dañinas para dientes y uñas.

Este trastorno es similar, en cuanto al origen y el tratamiento, a otros como quitarse los pelos de las cejas o arrancarse los de la cabeza y que es un hábito que se acaba automatizando de manera inconsciente, de la forma que los niños, especialmente, se llevan las manos a la boca en cualquier situación como si fuera una rutina mecánica.

Consecuencias estéticas

Las consecuencias de la onicofagia, además de las infecciones, afectan los labios y, a veces, los dientes se pueden ver alterados en su forma. Además, puede llegar a afectar a la hora de realizar actividades cotidianas de día a día, ya que, por ejemplo, dificulta realizar movimientos que requieren de un largo mínimo de la uña; como puede ser recoger una moneda del suelo, separar cinta adhesiva o poner el reloj en hora.

No obstante, las consecuencias más graves tienen lugar en el plano físico, en dientes, encías y en las propias uñas, que pueden llegar a sufrir graves daños.

En el caso de los dientes, se trata más bien de un problema estético, ya que el repiqueteo constante de un incisivo contra el otro para morderse las uñas, provoca que los incisivos superiores e inferiores se desgasten y se vean feos.

Estos dientes son muy visibles cuando se sonríe, por lo que los efectos negativos de este hábito allí son más evidentes, ya que las piezas dentales se aprecian recortadas.

En cuanto a las uñas, éstas no crecen bien por el continuo mordisqueo al que son sometidas, y se crean microtraumatismos a lo largo de todo el lecho ungueal, la parte que se encuentra bajo las uñas, alterandose así su anatomía.

Asimismo, también se ocasionan daños alrededor de la uña, pequeñas heridas que hacen que el dedo se inflame y duela. De la misma forma, surgen verrugas periungueales en la piel que rodea las uñas.

Además, se pueden provocar pequeñas infecciones por bacterias, virus, hongos o cándidas en las uñas, porque entran en contacto con la flora de la boca y se está continuamente chupando y macerando. Estas infecciones, en muchos casos, se trasladan a la mucosa oral, dañando boca y encías.

En el plano psicológico, este hábito provoca diversas reacciones fruto del mal estado de las uñas. La más común suele ser la vergüenza ante la posibilidad de que otras personas observen las uñas recomidas, los dedos infectados y heridos, o un retraimiento cuando se trata de compartir actividades que conllevan la exposición abierta de las manos.

Cómo remediarlo

Morderse las uñas es un acto difícil de controlar, si bien no es imposible erradicarlo. Deshacerse de esa manía requiere una gran fuerza de voluntad y control sobre uno mismo.

Si bien existen remedios caseros (cubrir las uñas con esmaltes o sustancias amargas que provoquen el rechazo de la persona al llevar los dedos a la boca, o ponerse unas poztizas), lo cierto es que los especialistas señalan que la solución más eficaz para acabar con este hábito procede del campo de la psicología.

A este respecto, señalan que, en la infancia, la responsabilidad de que el niño no se muerda las uñas recae directamente en los padres. Para ello se aconseja llamar la atención a los hijos pero sin darle demasiada importancia. Se trata de crear pautas para que controlen el hábito, pero sin concentrar demasiado la atención de los padres en este punto. Bastaría con señalarle al niño que lo que está haciendo no está bien y que tiene que aprender a evitarlo.

En cuanto a los adultos, si la situación ha llegado al extremo de quedarse literalmente sin uñas o le genera una ansiedad que afecta a su vida personal, lo aconsejable es acudir al psicólogo, para que él ayude a determinar las situaciones que provocan el comerse las uñas, para así controlar el hábito. Un consejo es llevar un diario donde se anoten las  razones que provocan este acto, y que serán en las que mayor alerta y esfuerzo hay que poner para evitar llevarse los dedos a la boca.
La solución del problema  tiene su tiempo
El tratamiento sicológico para romper con este hábito es corto, en cuatro o seis semanas el problema puede estar resuelto; pero los expertos aseguran que desde el momento en que una persona deja de morderse las uñas, éstas no “se curarán” hasta haber pasado ocho meses. Añaden.

Además, que se debe esperar un mes y medio más para asegurar el abandono definitivo del hábito. De todas formas, todo depende del interés de cada uno y del tiempo que una persona dedique a tratarse. A las 12 semanas, el aspecto estético de las uñas puede estar normalizado. 

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